A don Eugeni Xammar Puigventós no le he conocido, ni visto nunca. No he leído prácticamente nada salido de su pluma: algún artículo al aire de las páginas de periódicos de antes de la guerra, hojeadas en largas sesiones a la búsqueda de los orígenes, en la Hemeroteca Municipal. Tampoco me han hablado mucho de él, y sólo últimamente. Sobre él he leído algo más: en “Oriflama”, en “Serra d’Or”, en algún libro de memorias. Nada.
Y sin embargo, sentí necesidad de asistir a su entierro. Sabía que era de alta estatura, que había pasado casi sesenta años fuera, que había preferido vivir a escribir, que era apuesto, elegante; que se sentía catalán, pero no sólo catalán; que tenía la suerte de tener pocos amigos, varias mujeres, casi ningún seguidor; bastantes conocidos; que era como yo, vallesano, que le gustaba pasear y hablar. Que escribió muy bien, civilizadamente. Necesitaba, sobre todo, y como escasas veces –he tenido, tendré escasísimas muertes sentidas– estar allí. Continue reading