Manuel Ibáñez Escofet (Tele/eXpres, 6-12-1973)
Hoy mi “Punta seca” va a ser larga. Más que un grabado breve e incisivo, será una litografía de dimensiones considerables. Porqué el hombre y el tema lo merecen. Siempre he tenido un enorme respeto por la inteligencia, por la libertad de espíritu, por la agudeza y la independencia. En un país de espeso censo y de falsos valores con más o menos tendencia a la inclinación –la cantidad de escoliosis morales es espantosa– encontrar un tipo alegre, libre, cultivado y ferozmente dueño de sí mismo, es un don de Dios. El hombre que responde a esas características acaba de morir. Se llamaba Eugeni Xammar. Siento en el alma no haberle visto en los últimos meses de su vida. Me advertían: “en Xammar s’acaba”, pero las ocupaciones, esa terrible hipoteca del tiempo que sufrimos, me impidió gozar por última vez de su compañía incomparable, de su franca y abierta conversación, de su descarado análisis de los hechos –ser descarado es una virtud, sobre todo cuando la hipocresía y el convencionalismo, las frases hechas y el excesivo respeto destruyen todo lo que el hombre tiene de importante–. Eugeni Xammar era una fuente inagotable de amistad, de fuerza, de grandeza moral. Sólo los enanos no podían entenderle. Continue reading